domingo, 11 de agosto de 2013

EL VIAJE DE MI VIDA.


Empiezo a escribir este relato, con lágrimas en los ojos y con alegría y esperanza en el alma.

Lo escribo en homenaje a una persona con el 79% de discapacidad legal, pero con toda su capacidad de amar íntegra y completa. Esta persona es ANDREA, mi hija, mi luz y mi bandera. 
Andrea nació perfecta, redondita, morena, preciosa...

Así continuó en su infancia y el principio de su adolescencia. Lista, inteligente, cariñosa, deportista, buena estudiante y sana, muy sana, tan sana que nunca valoré esa salud que la desbordaba.

El día 8 de junio de 2001, vino a verme al trabajo a las 6 de la tarde y me dijo que ya tenía las notas de final de curso. Todas las asignaturas con 8 y 9 (sobre 10). "Mamá, tambien he aprobado el examen oral de cuarto de Inglés en la escuela oficial de idiomas". ¡Maravilloso hija mía!, ve a casa y descansa hasta que yo llegue a las ocho, juntas esperamos a papá y que nos invite a cenar unos bocatas para celebrarlo. 
¡Maldito día, maldita hora, bendita hija !. 
Pasando un poco las ocho de la tarde llegué a casa, dejé el bolso en el vestíbulo y me dirigí a mi habitación para calzar unas zapatillas.
Nada vi, nada sospeché... Cuando me estaba calzando me pareció oír un gemido, presté atención pero el gemido no se repitió. Entonces pensé que Andrea debía estar en casa y me extrañó que no me hubiera saludado como siempre, de modo que fui directa a su habitación y lo que vi casi no puedo describirlo. Andrea, mi hija, mi única hija, estaba en el suelo envuelta en vómitos y con un rictus extraño en su boca y en su cara. ¡Dios! pense, ¡está muerta!. Volé a su lado, le cogí la mano, le hablé, le grité. ¡Andrea, dime algo!, ¡Andrea mírame por Dios!. 

Andrea no decía, no miraba, no daba signos de vida. Me dí cuenta que su mano izquierda estaba retorcida en modo muy extraño. Se la toqué, la estrujé, pero no había respuesta. Algo me hizo cambiar de mano. Puse mi mano en su mano derecha y entre sollozos le dije: "Andrea, soy mamá. Andrea si me oyes aprieta mi mano" Un ligero movimiento de sus dedos me hizo comprender que vivía, ¡me había oido!. Es curioso, nunca había apreciado tanto un temblor tan pequeño. 



Era un signo de vida. ¡estaba viva!. No se muy bien lo que a continuación ocurrió, creo que mi madre de 82 años, consiguió llamar a una vecina (Ana), y ésta llamó a la ambulancia de urgencias. Debieron ser quince minutos de demora, yo sentí que pasaba una hora, cien horas, una vida entera de horas. En el tiempo que a mi me pareció una eternidad  nos dieron el fatal diagnóstico: "Ha sufrido una disección espontánea de la arteria carótida que ha dejado de enviar sangre al cerebro. Es un infarto cerebral de mucha gravedad" 
Esto fue el descenso a los infiernos. Con 16 años, no es justo, no es posible, ella no ha hecho nada malo, es una niña todavía...

Todo esto y mucho más es lo que me pasaba por la cabeza, al mismo tiempo que se desgarraba mi alma conforme comprendía que la situación era irreversible y que además aquello no había hecho más que empezar. Fueron 28 dias en la Unidad de Cuidados Intensivos. Solo la podíamos ver su padre y yo durante media hora en la mañana y media en la tarde. Las enfermeras que la atendían, hacían la vista gorda y me dejaban un ratito más. No puedo explicar lo duro que es que el neurólogo te diga "No sabemos si saldrá con vida", y ver dias y dias a tu hija, carne de tu carne y sangre de tu sangre, postrada en una cama, inmóvil y triste... yo la veía triste. Allí adentro, entre más enfermos moribundos, cumplió 17 años.

Durante este tiempo que estuvo en la UCI, Andrea estaba consciente, seguía con la mirada cada uno de mis movimientos, sabía que yo era su madre, y sabía perfectamente su estado. 
Voy a dejar ya el infierno, y pasaré al día en que nos dijeron que su la hinchazón de su cerebro había disminuido y que la pasaban a una habitación de planta. Cuando tienes hambre, hasta las migajas te saben buenas. 
Mi hija había sufrido un infarto cerebral, su situación era muy grave, había una hemiplejía de toda su parte izquierda del cuerpo, pero yo estaba feliz porque la ponían en una habitación y podría estar con ella día y noche.

 Así fue, durante dos meses vivimos en la habitación de un hospital. Empapelé las paredes de fotos de familia y amigos, colgamos un pañuelo de San Fermín el día 7 de Julio , pudo escuchar música, recibió la visita de tíos, primos, abuela, amigas...flores, regalos y amor , mucho amor por parte de todas las  buenas personas que nos apoyaban con sus oraciones, su pensamiento, su visita, su ofrecimiento de ayuda y su hombro para llorar. 
¡No llores mamá!. Yo estoy bien, ya verás como todo mejora,
 ¡Pero mamá no estés triste!.

Mi marido arrastraba su tristeza en un segundo plano, dejando que nosotras nos entendiéramos como si de nuevo nos uniera el cordón umbilical.-
 
En esos momento entendí que no podía ir llorando mi pena. Mi hija necesitaba ver optimismo, respirar alegría y sentir ESPERANZA. Ella estaba optimista, alegre y esperanzada y yo no iba a estropear lo poco que Andrea tenía. 

Durante el segundo mes aprendió a hablar de nuevo. No os he dicho que Andrea era zurda y cada día yo le obligaba a coger un lápiz con la mano derecha y llenar la hoja de un cuaderno cuadriculado con rayas verticales y horizontales, después círculos y cuadrados, después a, e ,i , o, u. Las letras la llevaron a las palabras, los lápices la llevaron a los dibujos, a colorear y a hacer un sin fin de ejercicios como en una guardería infantil. Pero consiguió dominar la mano derecha que nunca había utilizado para escribir. Todavía hoy,  no reconoce todos los sabores, pero eso carece de importancia. Acabado el tiempo de hospital, comenzó el momento de la rehabilitación. Tras un estudio de su sistema y del daño sufrido por su cerebro, las palabras de la doctora especialista en fisioterapia fue: NO VOLVERA A CAMINAR. Otro descenso al infierno!!! 
Mi hija quiso saber el diagnóstico, se lo dije y ella muy serena me respondió: "mamá no te preocupes, yo caminaré para ti, te lo prometo".

La rehabilitación era dura, cada día en un centro especial, y cada hora y cada minuto en casa, movimientos, masajes, aprendizaje...

Entre tanto llegó septiembre, mes en que comenzaba el colegio. Andrea decidió que quería seguir sus estudios y comenzó el último año preuniversitario. El instituto ETI de Tudela, puso todos los medios posibles para que se integrara, sus amigas la ayudaban, el Gobierno de Navarra le facilitó la división del curso académico en dos años, también le puso una cuidadora en el centro escolar para que la llevara de un sitio a otro, al lavabo, al recreo, etc.

El día era así: A las 6,30 levantar, baño, desayuno y a las 8 al colegio. A las 2 pm la recogía una ambulancia para llevarla a rehabilitación, a las 3,30 llegaba a casa a comer, a las 5 clase de logopedia para perfeccionar su habla dañada. Después hacer la tarea del colegio, cenar y a dormir. Su día estaba apretado, el tiempo apenas le llegaba, pero consiguió aprobar el curso escolar y graduarse junto a sus amigas del alma. Esta fuerza que derrochaba y derrocha, este dominio de la situación, estas ganas de salir adelante y tantas horas de rehabilitación consiguieron al fín que Andrea caminara de nuevo. Poco a poco las cosas fueron mejorando y mi HIJA CORAJE antes de dos años se fue sola a Rusia a enseñar español. 


Se fue con unos amigos a Italia a recorrer el país en Bus. Se marchó a estudiar fuera de casa, a Zaragoza. Vivía en un colegio de universitarios, estudiaba, asistía a rehabilitación y mejoraba día a día. Su leve cojera, su inmovilidad del brazo izquierdo y todos sus handicap juntos JAMAS la hicieron tirar la toalla. Muy al contrario, supo de lo malo hacer bueno, de la pena hacer alegría, supo convertir su tragedia en aprendizaje y supo convertir mi pena en felicidad. Felicidad de tener una hija maravillosa que jamás ha creado un problema voluntariamente.

Terminó sus estudios superiores, preparó oposiciones que no aprobó, pero ni eso empañó su alegría de vivir. Andrea encuentra sitio para el título de una famosa película "la vida es bella" Tiene muchas aficiones, pero la que ocupa el primer puesto sin duda es VIAJAR. 
Cuando estaba en el hospital me preguntaba: “¿podré ir a Egipto?, mamá ¿me llevarás a la muralla China?. 
Yo asentía a todas sus preguntas y anotaba los destinos en un cuaderno…su última petición fue escalar el glaciar Perito Moreno. ¡Casi nada¡
En noviembre de 2011 lo ha conseguido¡¡¡ Ya ha ido a los lugares que le parecían imposibles, incluido el Perito Moreno. Ahora tenemos acuñada la frase “DE LA SILLA DE RUEDAS AL GLACIAR”

Ahora ya sabeis el motivo de mi pasión por viajar. En realidad es "mi pasión por mi maravillosa hija" que también ha sacado el permiso de conducir, se ha comprado un coche adaptado y ha encontrado un trabajo. 
¿Alguien da mas? 

 Si os he aburrido, si os he apenado, LO LAMENTO, no era mi intención.
 Si os he llegado al corazón, si esto sirve para que una sola persona discapacitada encuentre un solo momento de ayuda de alguno de vosotros, ME ALEGRO, es justo lo que pretendía.

Doy gracias a Dios y un abrazo al mundo,

GRACIAS Y BUEN VIAJE¡¡¡

3 comentarios:

  1. Hola Maite, como puedes ver hace tiempo que no entraba en tu blog y después de leer tu relato, una historia que conozco pero no por eso menos emotiva, quiero decirte una vez más que vosotras madre e hija habéis formado un TÁNDEM.
    Creo que nunca sabemos cuál será nuestra reacción ante acontecimientos tan duros, momentos en los que se tambalea toda nuestra existencia, pero de lo que si estoy segura es de que lo habéis hecho de sobresaliente.
    Ante estos acontecimientos, es más fácil caer en la sobreprotección que en apoyar, respaldar e incluso animar a tu propia hija a desarrollar al máximo su potencial. Os felicito por ello alas dos, en un tándem la coordinación es imprescindible y vosotras la habéis conseguido. Un doble abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Mari Jóse, esto viniendo de tí es importante para mí. No te quites mérito que tu llevas muchos años dando mucho amor a tu hermano especial y eso te hace Grande.

    ResponderEliminar